y todos la tenemos en mayor o en menor medida,
siempre sostuve que yo tenía una sobredosis
o una capacidad demasiado desarrollada.
Al día de hoy sigo luchando con ella,
porque no siempre me da los resultados que quiero,
pero sigo intentando aprovecharla
meditando cada acción de mis días.
Hoy comprendí mi miedo al abandono
y el porqué de mis reacciones distantes
incluso de mi miedo a la felicidad,
fueron grandes descubrimientos para el platón que vive en mí.
Mientras lloraba en el hombro de padre,
veía como una tormenta de flashbacks merodeaban en mi mente,
moría por pedirle que no se vaya,
pero bien sabía que no quería impedir su felicidad.
Dejar ir duele, amar en libertad duele,
soltar todo lo que te brinda seguridad y estabilidad emocional,
adivinen qué.. también duele
sin embargo es totalmente necesario para la vida.
Lo abracé todavía más fuerte, como una niña pequeña
comprendiendo que todo iba a estar bien
pero aterrada del porvenir que nos esperaba
era una etapa de riesgos, saltabamos del precipicio.
Lo relacione con mi maniática idea de escapar,
me escapo de lo que me da miedo,
pero me escapo mucho más rápido
de lo que me brinda felicidad.
Porque perder esa felicidad me da miedo,
ayer me lo dijo: no sabés disfrutar que sos feliz y todo va bien,
lo miré divertida y avergonzada a la vez,
tenía toda la razón.
No sabía dejarme querer ni ser querida.
Pero ¿realmente era este el momento de aprender?
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