miércoles, 29 de octubre de 2014

Estigma social

Ella solía ser invisible, totalmente invisible. Era raro que alguien notara su presencia, el tono sutil de su voz o la ligera desesperanza de su compañía, era como una brisa liviana de verano que apenas si se extraña en plena ausencia. Con los años se había acostumbrado a la liviandad de sus pasos y casi que ya no le dolía el nivel de invisibilidad de su figura y sus movimientos.
Solía caminar con la mirada baja, perdida, denotando sus fragilidades más puras y desconociendo la caja de pandora que vivía en ella.. hasta que un día él la vió.
Creo que duró un par de segundos, pero bastaron para cambiarle la actitud al fantasma de sus miedos para hacerla sentir que valía la pena, que podía merecer lo que quisiera y que solo dependía de ella que se notara su paso entre la gente.
Apenas si pudieron entablar una conversación, pues su torpeza interfería para volverla invisible al amor, al calor que subía por su rostro mientras lo miraba a los ojos, asustada y maravillada al mismo tiempo.
Caminó a su lado preguntandose si el había podido disfrutar de la cuota de magia que habían presenciado o ella había sido la única espectadora. Moría por decirle a ese extraño que le había cambiado el día, quizás incluso la semana. La había hecho verse diferente y eso no lo lograba cualquiera. Pero no pudo. Porque las damas no hacen eso.

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