martes, 29 de enero de 2013

S.O.S.

Solía permanecer en la cueva para que no pudieras atarcarme
y fingir que las emociones eran nulas ante tu presencia.
También opté por alentarte a seguir con tu camino lejos de mí, 
mientras me escondía tras una sonrisa hipócrita.

Una vez acabados mis recursos, una noche de perdición
me ahogué en mi fiel amiga la bebida. 
Supuse que nada malo podía suceder, pobre ilusa,
no sabía que esa noche moriría mi dignidad. 

Te llamé en repetidas oportunidades pidiendo clemencia;
vale mencionar que eran las cuatro de la madrugada
de un domingo opacado por la falta de compañia, 
de ese domingo en que el alcohol consumió al orgullo.

Cuando conseguí despertarte, me tomé el trabajo de,
entre risas y frases incoherentes, pedirte que vengas conmigo
y tras agotar los recursos que tenia a la mano, gané 
y por fin llegaste a mis brazos.

Una vez ya sin filtros, dignidad y orgullo todo era más sencillo
solo pedí que me abrazaras y durmieras conmigo. 
Pero los efectos acudieron rápidamente a mi organismo
y me dormí antes de lo esperado. 

En tus brazos, como lo había deseado tanto tiempo
y recién en un momento clave me había arriesgado 
a hacer locuras ignorando al orgullo y la conciencia.

Podría arriesgarme de nuevo, pero esta noche no tengo excusas. 

- Cantinero, sirvame otra copa, pero de esas que hacen al olvido.

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