miércoles, 6 de enero de 2016

Siento atardecer mi alma

Me gusta viajar en tren, mi mente divaga,
observo el sol caer por la ventana,
hay un libro viejo sobre mi falda
y el viento en mi rostro,
mientras los árboles al costado de las vías
crean un juego de sombras
que se encarga de volver interesante
un paisaje tan típico como fascinante,
tan lleno de cotidianidad como de magia,
tomo aire y mis pulmones parecen llenarse de esa calma,
de toda esa poesía que en mí despierta
algo tan efímero como un viaje en tren,
no recuerdo bien en qué estaba pensando,
tampoco cómo me sentía segundos atrás,
como si una enorme libertad recorriera mi cuerpo,
extendiéndome de mis preocupaciones terrenales
y arrojándome enteramente a la poesía,
como si pudiera entre unos pocos versos sin rima
gritarle al mundo todo lo que existe dentro de mí,
y me envuelvo en el viento,
acrecentando mis dudas existenciales,
para terminar por descubrir que no hay respuestas,
que nunca las hubo ni las habrá,
que nunca supe realmente todo lo que creí saber,
que quizás no sé nada, nunca lo supe,
sólo lo inventé para creerme preparada para la vida,
para esa vida que cada nuevo día nos toma por sorpresa,
y para mi ligera entereza,
me encuentro descubriendo entre mis anhelos
que cada vez que elegí pensar antes que sentir,
me perdí de un sinfín de alegrías en mi alma,
no hice caso a mi intuición ni a mi instinto
y ambos se convirtieron en un enorme monstruo
que terminó por devorarme,
pero luego de resurgir eso no importa,
quizás nunca importó realmente,
este instante es todo lo que conozco,
es lo único que puedo afirmar con certeza,
siento atardecer mi alma,
y no existe mayor sensación de despojo,
que el sol dando lugar a la luna,
prestandole su luz para incitarla a brillar,
como una estrella que se incendia,
da lugar a un porvenir menguante,
como aquel vacío incesante
que me impulsa a continuar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario